Hoy en día, la medición del impacto de los programas de RSC se ha convertido en una necesidad en el seno de las empresas para analizar la aportación de valor de sus actuaciones sobre sus grupos de interés y promover el control y la mejora continua de los resultados de estos programas. La cuantificación se impone así como un requerimiento tanto para la comunicación no financiera de las actividades de la organización, como para la evaluación y seguimiento de la gestión de su RSC.
Es fundamental, además, que esta medición abarque no sólo el valor social creado sino también el impacto sobre la cuenta de resultados de la RSC. El primero para asegurar que el fin principal de las actuaciones se está cumpliendo y lograr dar mayor rigor y credibilidad a la comunicación externa. El segundo es importante para cuantificar el valor empresarial generado de cara a la integración de la RSC en el core business de la empresa, apoyando la comunicación interna de las iniciativas.
Para el desarrollo de esta labor, las empresas pueden seguir sus propios criterios y normas o aplicar alguna metodología establecida previamente. Mientras que la primera opción proporciona una mayor flexibilidad y adaptabilidad, el uso de indicadores externos ofrece credibilidad, comparabilidad, fiabilidad y consistencia a lo largo del tiempo. Resolver esta disyuntiva lleva, sin embargo, a otra decisión no menos importante: la de definir qué metodologías son las más adecuadas para medir el impacto de la RSC en cada organización. Ante la variedad de indicadores presentes en el mercado, es necesario realizar un análisis comparativo para poder tomar una decisión informada a este respecto. Por ello, a continuación se presenta una visión general de las metodologías más relevantes para la medición de la RSC.
LBG: contribuciones, logros e impactos
Instalada en España desde 2007, la metodología de London Benchmarking Group busca lograr una gestión estratégica y efectiva de los programas de compromiso social con el fin de evaluar los impactos conseguidos y lograr una comunicación homogénea y fiable de los mismos. Para ello, ha desarrollado un modelo que distingue tres niveles de medición de las actuaciones. En primer lugar, se clasifican las contribuciones, esto es, los recursos dedicados al compromiso social, según su motivación, la esfera de la contribución y el tipo de aportación. En segundo lugar, se realiza una evaluación de los logros o resultados concretos conseguidos, tanto para la comunidad –de forma directa y a través del efecto multiplicador de las acciones- como para la empresa. Por último, la metodología mide los impactos que la acción realizada ha tenido, en su doble dimensión económica y social. A través de la matriz LBG, que recoge los puntos clave de este modelo, se intentan cuantificar no sólo los logros a corto plazo, sino también los impactos a largo plazo de las iniciativas de compromiso social empresarial. Tiene una importancia especial en el Reino Unido, lo que ha favorecido que empresas con actividad allí lo implanten en todas sus actividades a nivel mundial.
GC Value Driver Model: el foco en el reporting financiero a inversores
Desarrollado por el Pacto Mundial en 2013, el modelo Value Driver tiene como objetivo principal la comunicación del valor económico de estrategias empresariales sostenibles a los inversores y analistas con interés en la organización, buscando la traslación de los resultados a los indicadores financieros de la organización. La metodología distingue tres dimensiones como mecanismos de generación de valor: crecimiento, productividad y gestión del riesgo. Bajo crecimiento se agrupan las vías de creación de valor a través de un incremento de ingresos (nuevos mercados y geografías, aumento de cuota de mercado, innovación en productos y servicios, y estrategia de largo plazo). En cuanto a productividad, esta metodología mide las reducciones de coste logradas a través de una mayor eficiencia operacional y una gestión más eficiente del capital humano de la organización.
El modelo recoge por último la gestión del riesgo –operacional, regulatorio, reputacional, de cadena de suministro, de adaptabilidad- como una fuente de creación de valor a través de estrategias de RSC.
Social Return on Investment: valoración de “outcomes”
El método SROI surgió en 1997 de la mano del Roberts Enterprise Development Fund. Se trata de un enfoque para entender y gestionar el impacto de la actividad empresarial, un marco de contabilización de valor con un énfasis en la dimensión social del impacto. Su objetivo es comprender el valor social, ambiental y económico generado por una actividad u organización, y maximizar el valor positivo a la vez que se controla el impacto negativo. El SROI busca cuantificar el valor creado y destruido por las actividades de las empresas cuando éste no tiene una traslación directa a términos monetarios, facilitando de esta forma una visión integral, aunque esto implica cierta variabilidad en su aplicación. Para ello, sigue una metodología basada en varias fases: establecer e identificar a los grupos de interés clave, mapear los resultados –“outcomes”-, concretar y valorar éstos, establecer el impacto, calcular el SROI y usar y comunicar los resultados.
Business in the Community: CR Index y Community Footprint