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Buenas prácticas y enseñanzas

La importancia de medir la RSC: principales metodologías

Autor: Seres, 16/02/2016

Categorías:

RSC, Medición de valor

Hoy en día, la medición del impacto de los programas de RSC se ha convertido en una necesidad en el seno de las empresas para analizar la aportación de valor de sus actuaciones sobre sus grupos de interés y promover el control y la mejora continua de los resultados de estos programas. La cuantificación se impone así como un requerimiento tanto para la comunicación no financiera de las actividades de la organización, como para la evaluación y seguimiento de la gestión de su RSC.  

Es fundamental, además, que esta medición abarque no sólo el valor social creado sino también el impacto sobre la cuenta de resultados de la RSC. El primero para asegurar que el fin principal de las actuaciones se está cumpliendo y lograr dar mayor rigor y credibilidad a la comunicación externa. El segundo es importante para  cuantificar el valor empresarial generado de cara a la integración de la RSC en el core business de la empresa, apoyando la comunicación interna de las iniciativas.

Para el desarrollo de esta labor, las empresas pueden seguir sus propios criterios y normas o aplicar alguna metodología establecida previamente. Mientras que la primera opción proporciona una mayor flexibilidad y adaptabilidad, el uso de indicadores externos ofrece credibilidad, comparabilidad, fiabilidad y consistencia a lo largo del tiempo. Resolver esta disyuntiva lleva, sin embargo, a otra decisión no menos importante: la de definir qué metodologías son las más adecuadas para medir el impacto de la RSC en cada organización. Ante la variedad de indicadores presentes en el mercado, es necesario realizar un análisis comparativo para poder tomar una decisión informada a este respecto. Por ello, a continuación se presenta una visión general de las metodologías más relevantes para la medición de la RSC.

LBG: contribuciones, logros e impactos

Instalada en España desde 2007, la metodología de London Benchmarking Group busca lograr una gestión estratégica y efectiva de los programas de compromiso​​​​ social con el fin de evaluar los impactos conseguidos y lograr una comunicación homogénea y fiable de los mismos. Para ello, ha desarrollado un modelo que distingue tres niveles de medición de las actuaciones. En primer lugar, se clasifican las contribuciones, esto es, los recursos dedicados al compromiso​​ social, según su motivación, la esfera de la contribución y el tipo de aportación. En segundo lugar, se realiza una evaluación de los logros o resultados concretos conseguidos, tanto para la comunidad –de forma directa y a través del efecto multiplicador de las acciones- como para la empresa. Por último, la metodología mide los impactos que la acción realizada ha tenido, en su doble dimensión económica y social. A través de la matriz LBG, que recoge los puntos clave de este modelo, se intentan cuantificar no sólo los logros a corto plazo, sino también los impactos a largo plazo de las iniciativas de compromiso social empresarial. Tiene una importancia especial en el Reino Unido, lo que ha favorecido que empresas con actividad allí lo implanten en todas sus actividades a nivel mundial.

GC Value Driver Model: el foco en el reporting financiero a inversores


Desarrollado por el Pacto Mundial en 2013, el modelo Value Driver tiene como objetivo principal la comunicación del valor económico de estrategias empresariales sostenibles a los inversores y analistas con interés en la organización, buscando la traslación de los resultados a los indicadores financieros de la organización. La metodología distingue tres dimensiones como mecanismos de generación de valor: crecimiento, productividad y gestión del riesgo. Bajo crecimiento se agrupan las vías de creación de valor a través de un incremento de ingresos (nuevos mercados y geografías, aumento de cuota de mercado, innovación en productos y servicios, y estrategia de largo plazo). En cuanto a productividad, esta metodología mide las reducciones de coste logradas a través de una mayor eficiencia operacional y una gestión más eficiente del capital humano de la organización. 

El modelo recoge por último la gestión del riesgo –operacional, regulatorio, reputacional, de cadena de suministro, de adaptabilidad- como una fuente de creación de valor a través de estrategias de RSC.


Social Return on Investment: valoración de “outcomes”


El método SROI surgió en 1997 de la mano del Roberts Enterprise Development Fund. Se trata de un enfoque para entender y gestionar el impacto de la actividad empresarial, un marco de contabilización de valor con un énfasis en la dimensión social del impacto. Su objetivo es comprender el valor social, ambiental y económico generado por una actividad u organización, y maximizar el valor positivo a la vez que se controla el impacto negativo. El SROI busca cuantificar el valor creado y destruido por las actividades de las empresas cuando éste no tiene una traslación directa a términos monetarios, facilitando de esta forma una visión integral, aunque esto implica cierta variabilidad en su aplicación. Para ello, sigue una metodología basada en varias fases: establecer e identificar a los grupos de interés clave, mapear los resultados –“outcomes”-, concretar y valorar éstos, establecer el impacto, calcular el SROI y usar y comunicar los resultados.


Business in the Community: CR Index y Community Footprint​

La organización británica Business in the Community ha desarrollado dos herramientas con el objetivo de cuantificar el impacto de las acciones responsables de las organizaciones. 

De un lado, encontramos el CR Index, un índice basado en una encuesta online, en el que se agrupa a los participantes en cinco bandas de desempeño según su rendimiento en cuatro dimensiones: estrategia corporativa, integración, gestión y rendimiento e impacto. Su foco de acción reside fundamentalmente en la transparencia al gestionar y comunicar el valor social de las acciones de RSC de las empresas. 

Por otra parte, BITC lidera un proyecto con el que se pretende proporcionar un conjunto de herramientas con las que las empresas puedan medir y gestionar su impacto socioeconómico a nivel local: Community Footprint. 

Este programa, de momento en fase de piloto, se organiza en cinco fases que permitirán a las empresas valorar la importancia de sus impactos, mejorarlos de acuerdo con las necesidades locales y detectar oportunidades de acción. 


​rsc​2: una visión global del valor económico


Desarrollada en 2011 por la Fundación Seres, basada en el sustainibility compass de  McKinsey & Company, rsc​2 es una metodología de medición integral del valor económico generado por las acciones de responsabilidad social de las empresas. Se trata de una herramienta de ayuda a la toma de decisiones en RSC –a través del análisis de retorno de la inversión-, así como de una base para las acciones de comunicación, tanto interna como externa, de sus programas de RSC. rsc​2 recoge el valor económico generado para la empresa con sus acciones de RSC a través de tres dimensiones: crecimiento, retorno del capital y gestión del riesgo. En crecimiento  se incluye la creación de valor a través un incremento de ingresos, con palancas como el acceso a nuevos mercados, la innovación y nuevos productos y el posicionamiento competitivo y social. Bajo retorno del capital, la metodología recoge reducciones de coste a través de la optimización de la cadena de suministro, el aumento de la eficiencia operacional y el desarrollo del capital humano. Por último, rsc2 también ayuda a cuantificar el impacto de la RSC a través de una reducción del riesgo operacional, reputacional y regulatorio.

EADA: el enfoque en capacidades para la medición de impacto social


La metodología de Impacto Social de EADA –Profesora Elisabet Garriga- y la Fundación Seres fue lanzada en 2013 como un modelo que permita a las empresas justificar el impacto social de sus iniciativas, con el objetivo de promover un aumento de las iniciativas de RSC en las empresas e incrementar el impacto de las mismas. 

Esta metodología mide el valor social  a partir del concepto de capacidades desarrolladas en los beneficiarios como un indicador de bienestar y calidad de vida de los mismos. El modelo de Impacto Social de EADA incluye resultados a corto y largo plazo, basados en la mejora del beneficiario medida como lo que puede ser o hacer.

Conclusión

  
En definitiva, ante el amplio abanico de posibilidades y opciones disponibles, habrá de ser la organización la que valore cuáles se adaptan mejor a sus necesidades y particularidades, tratando de elegir el mix de herramientas que permita obtener una visión comprensiva del impacto social y empresarial de los programas de RSC de la empresa. La empresa tendrá que valorar su adaptación a la matriz LBG, el foco en reporting de GC Value Driver, la importancia de los outcomes de SROI, las herramientas de BITC, la visión  integral de rsc2, o el enfoque en capacidades del Impacto Social de EADA, y actuar en consecuencia, adoptando algunos de estos modelos. En esta tarea, la organización ha de tener presente que todas estas metodologías no son excluyentes, sino que se pueden utilizar varias herramientas en función de los objetivos que se persiguen y la estrategia de la empresa.

Lo fundamental en cualquier caso es implantar una cultura de medición de las acciones de RSC que permitan a la organización una mejora de sus procesos de toma de decisiones, y un incremento del impacto, tanto en la esfera social como en la empresarial.​​

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