La medición del impacto social en Citi
Reputación, Rentabilidad y desde luego Responsabilidad, son las “R” que suenan en estos días cuando una compañía analiza los beneficios de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). De ahí que algunas voces del sector apunten la necesidad de poder “otorgar” un valor empresarial a las iniciativas de RSE para conseguir así la solidez de éstas y su respeto dentro de la compañía.
Siendo Quijotes de las mercedes de estas 3 “R”, en Citi hay una letra que escribimos en negrita cuando hablamos de resultados, y es, la “I” de Impacto Social. Desde el inicio de nuestra actividad en RSE, que en España nos lleva a antes del año 2000, planteamos nuestras actuaciones sociales en base a un pilar fundamental: el impacto que estas suponen en el beneficiario que las recibe, en su círculo más cercano y en la sociedad de la que forma parte.
El porqué de ello es muy sencillo: estamos realmente comprometidos con intentar mejorar las sociedades en las que participamos. No es una frase sobre el papel, es el objetivo primordial de todas nuestras actuaciones sociales y, por ello, es la primera métrica que valoramos.
Citi ofrece servicios financieros en más de 140 países, y si somos capaces de apoyar el crecimiento y la mejora de 140 países, estaremos haciendo algo por el mundo. Como garantía de cumplimiento, cada país mantenemos la premisa de actuar en nuestro territorio nacional, asegurando así el reparto de las inversiones sociales del grupo y la diversidad de nuestras actuaciones.
Para poder valorar con garantía el impacto, el cambio que provoca un programa de RSE en el destinario y en su entorno, es imprescindible estar en el terreno y poder realizar un análisis previo de expectativas y de necesidades directas e indirectas.
En España, este concepto de medir Impacto Social suena innovador y, de hecho, entidades que fomentan nuevas tendencias, entre las que se encuentra SERES, están trabajando actualmente en definir y contrastar diferentes modelos de medición de este impacto social.
La medición del impacto social exige estar muy en el terreno social y tener muy claro los objetivos de cada actuación. La RSE de Citi se centra principalmente en temas de Educación y Empleabilidad, y por ello debemos ser capaces de cuantificar y cualificar mediante un fuerte trabajo en equipo con los agentes sociales con los que colaboramos, los cambios positivos, ya sea en el comportamiento, como en la condición de económica que han experimentado aquellas personas a las que nos enfocamos como resultados de nuestro esfuerzo.
La
medición del Impacto Social que realizamos en Citi no persigue
justificar cada euro invertido, sino impulsar el que, como gestores de
la RSE de la compañía, nos esforcemos en buscar iniciativas eficientes y
analicemos éxitos y fracasos, asegurando que cada fondo concedido
contribuye al mejor cambio positivo.
Nuestro modelo de enfoque en Impacto Social influye directamente en la decisión de los programas que decidimos apoyar. Como comentaba antes, en nuestro guion es indispensable el análisis previo de expectativas y las probabilidades reales de lograr un cambio… y para lograr un cambio hay que validar muchos factores como las personas claves, la validez del enfoque, su escalabilidad…
El hecho de que sean colectivos desfavorecidas no implica que “les interese todo” o que “todo conlleve una mejora”. El impacto social ha de valorar los cambios específicos en la conducta o situación del individuo que participa en nuestro programa. Analizamos nuestras actuaciones a los 6, 12 y 18 meses, intentado crear una ruta de progreso hasta la consecución final de los resultados previstos.
Los seis meses suelen coincidir con el proyecto en plena dinámica y es crucial para analizar si está respondiendo a las necesidades concretas que se habían identificado a priori, si nos hemos encontrado imprevistos o situaciones no valorados que nos lleven a replantearnos el programa, o si los agentes claves con los que tenemos que actuar están respondiendo en base a nuestras expectativas.
Los 12 y 18 meses nos permiten apreciar esa senda de progreso en los participantes. Por ejemplo, en las iniciativas basadas en el incremento de Oportunidades Económicas para Jóvenes, al inicio de la senda hablaríamos de valorar sí gracias a la iniciativa los participantes: 1º) adquieren cualificaciones académicas o profesionales y nuevas habilidades; 2º) ponen en práctica estas nuevas habilidades mediante de aprendizaje experimental y apoyo para ir pasando a resultados más enfocados; 3º) consiguen el acceso a los recursos financieros o laborales necesarios y, por último; 4º) si logran establecer su medio de vida, tener un empleo, iniciar un negocio que les reporte beneficio…
En el caso de programas específicos de Educación Financiera para adultos, el impacto social se valoraría y cuantificaría, por ejemplo, analizando cuantos de los participantes logran demostrar conocimientos y habilidades financieros, cambiar y mantener esos cambios en su comportamiento financiero, construir sus propios activos financieros que en determinados colectivos puede ser un plan de gastos controlados o posible ahorro, e identificar y usar los servicios financieros que les ayuden a mejorar su estabilidad. Verbos activos todos ellos.