Materialidad: La siguiente etapa en el proceso de transparencia
Por convencimiento - o por la creciente presión de los medios de comunicación y las redes sociales – la transparencia es un requisito que, en mayor o menor grado, deben asumir todas las entidades que tienen un impacto relevante en el desarrollo de la sociedad. La nueva directiva europea publicada el 15 de noviembre de 2014, determina que aquellas entidades de interés general, es decir, aquellas que tienen la suficiente dimensión como para que deban estar sometidas al escrutinio de los agentes sociales, deben informar específicamente de unos determinados temas.
Estos acontecimientos van a determinar los parámetros sobre los que se va a construir la línea argumental del discurso de las corporaciones en sus mensajes de transparencia. Un discurso que equilibre el principio de transparencia en la información que la empresa suministre al exterior – una información que sea clara, veraz y necesaria -, con el principio de confidencialidad ante determinados asuntos competitivos. En este sentido, el concepto de materialidad está siendo el eje sobre el que giran las tendencias que van a marcar los informes anuales de las corporaciones.
En términos generales, los avances en la información “no financiera” de las empresas que son sensibles al riesgo reputacional, han tenido lugar mediante sucesivas mejoras en el nivel de aplicación de los estándares internacionales en los ámbitos social y medioambiental. Para comprender este proceso, se van agrupar en varias etapas.
- En los primeros años del siglo XXI se exponían en el informe de RSC - sin mucha integración con el negocio y apoyándose en marcos conceptuales ambiguos - las actividades que desde un punto de vista unilateral la empresa consideraba que entraban en las categorías medioambiental y social. Una vez superada la lentitud inicial para dedicar recursos a la elaboración del informe de RSC, las grandes empresas adoptaron con bastante rapidez las iniciativas internacionales
- como los 10 Principios del Pacto Mundial y en especial los estándares marcados por el Global Reporting Initiative (GRI) -, a la vez que fueron estructurando los informes alrededor de las actividades operativas de la empresa.
- La crisis financiera iniciada en el verano del 2008 marca una segunda etapa en este proceso. Debido a sus efectos económicos negativos, se produjo en la sociedad una pérdida de confianza generalizada en las empresas. Éstas, lógicamente, respondieron con un reforzamiento de la transparencia en sus comunicaciones con el fin de recuperar la legitimidad en parte perdida. No sólo fue la presión social la que indujo esta respuesta, sino que desde diversas instituciones nacionales e internacionales, se elevó la exigencia de transparencia mediante la generación de normas de obligado cumplimiento.
- Una tercera etapa se conforma a partir de la segundad decena de este siglo XXI. Desde distintas fuentes normativas, a la exigencia de transparencia se ha añadido la de claridad y concisión. Esta exigencia fue el resultado de los excesos previos. Las grandes empresas, que operaban en muchos países, fueron añadiendo en el informe un gran número actividades y medidas para demostrar su preocupación por el tema, que condujeron a documentos de más de 100 páginas. Sin embargo, estos profusos documentos no explicaban las razones o los objetivos perseguidos y mucho menos su relación con la estrategia y los resultados de la empresa.
En este proceso de avance en la transparencia, se han producido recientemente unos acontecimientos de los que todavía no se conocen sus efectos con claridad, pero que están dando entrada a otra etapa en el proceso de mayor transparencia. La creación de nuevas entidades y el desarrollo de nuevos marcos conceptuales sobre la manera en que las empresas deben comunicar sobre temas ESG, ha introducido una incertidumbre respecto a cuál será su impacto final y ésta ha sido la razón de proponer una reflexión sobre su evolución futura.