El Día Mundial de la Salud no es una fecha más en el calendario.
Al menos para Merck, que nos preocupamos todos los días por el bienestar de las personas desde hace más de 100 años en España.
En esta ocasión, quiero aprovechar esta cita como un recordatorio de las desigualdades que persisten en el acceso a la atención médica en muchas regiones del mundo. Para quienes trabajamos en ciencia y salud, es una oportunidad de reafirmar nuestro compromiso con la mejora de la calidad de vida de las personas, independientemente del lugar en el que hayan nacido y vivan.
En Merck creemos que la salud no debería ser un privilegio, sino un derecho fundamental para todos. Por eso, además de impulsar la innovación en áreas como el cáncer o la esclerosis múltiple, trabajamos desde hace décadas en frentes menos visibles, pero igual de urgentes. Uno de esos frentes es la esquistosomiasis, una enfermedad tropical desatendida que afecta a alrededor de 250 millones de personas y que, en su mayoría, viven en comunidades sin acceso a tratamientos adecuados. Se trata de una patología grave y crónica causada por gusanos parásitos y que se contrae por la exposición a agua contaminada.
Conociendo el impacto de esta enfermedad, nos hemos propuesto eliminarla. Por ese motivo, desde 2007, en alianza con la Organización Mundial de la Salud, hemos donado más de 2.000 millones de comprimidos para hacer frente a esta enfermedad y nos hemos comprometido a suministrar hasta 250 millones al año. Gracias a esta colaboración, cerca de 900 millones de personas de África subsahariana han podido acceder a este tratamiento, principalmente niños en edad escolar. Según datos publicados en The Lancet en 2022, podemos afirmar con orgullo que la incidencia de la esquistosomiasis se ha reducido alrededor de un 60% en la última década. Pero aún queda mucho por hacer.
Llegar a estas comunidades no es sencillo. La dispersión geográfica, la falta de infraestructuras sanitarias y las condiciones socioeconómicas adversas suponen un reto constante. Sin embargo, estos desafíos también nos impulsan a innovar. Uno de los hitos más recientes que hemos alcanzado es que ya contamos con tratamientos para todos los grupos de edad, desde adultos y niños en edad escolar hasta los más pequeños.
Este avance es mucho más que una innovación farmacéutica, es una respuesta ética, basada en escuchar, entender y actuar. Es también una muestra de cómo la ciencia puede transformar realidades cuando se orienta con propósito.
Nuestra acción no se detiene en la entrega del medicamento. Sabemos que el abordaje de la esquistosomiasis exige una respuesta integral, que incluya prevención, educación sanitaria y mejora de las condiciones de vida. La falta de agua potable y de sistemas de saneamiento sigue siendo uno de los principales vectores de transmisión de la enfermedad. Para hacer frente a esta situación, impulsamos programas educativos dirigidos tanto a profesionales sanitarios como a la población local, y colaboramos con gobiernos, ONGs y líderes en las diferentes comunidades fomentando así hábitos de higiene y fortaleciendo los sistemas de salud en las zonas más afectadas.
Cada paso que damos en esta dirección nos recuerda el verdadero sentido de nuestro trabajo. Porque detrás de cada enfermedad hay una historia, una familia, un futuro que vuelve a ser posible y porque el progreso no se mide solo en términos de inversión o desarrollo tecnológico, se mide en las vidas que somos capaces de transformar.
Desde Merck, seguiremos poniendo nuestro conocimiento, experiencia e innovación al servicio de quienes más lo necesitan. Porque la salud global no puede construirse con fronteras. Y porque creemos firmemente que un futuro sin enfermedades desatendidas es un futuro más justo, más humano y más sostenible.