La soledad es, junto con el estrés y la obesidad, una de las pandemias más graves del siglo XXI. Algunos estudios ya señalan que es más grave incluso que el tabaquismo. Huyo de imaginar 100 años de soledad, aunque ésta no tiene por qué ser intrínsecamente mala. Bécquer decía que “la soledad es el imperio de la conciencia.
En términos sociológicos, la soledad se asocia con el aislamiento social indeseado, agudo y que se produce de forma involuntaria. No tener afecto es el principal síntoma. No tener con quién hablar, a quién escuchar, con quién compartir, a quién molestar y ser molestado. Cuando no se tiene a nadie, y se quiere, cuánto se añora que te molesten ruidos, voces, diálogos como cometas en la noche.
A veces, se puede estar socialmente aislado y no sentir soledad; pero también se puede estar socialmente muy acompañado y sentirla gravemente. Los mayores, las personas sin hogar, las personas en situación de pobreza y los parados (además de los inmigrantes en quienes concurren, a veces, varias de las circunstancias anteriores) son los grupos más afectados por la soledad.
“Cada vez hay más personas solas. Más del 40% de todos ellos son mayores de 65 años”
En este sentido, la Encuesta Continua de Hogares anual que elabora el INE concluye que cada vez hay más personas solas. Un 32% de las personas de la UE viven solas, en España son el 25,4%, un 3, 2% más que hace diez años, y el 41,8 de todos ellos son mayores de 65 años. De éstos, tres de cada cuatro son mujeres. Como conclusión: cada vez hay más hogares unifamiliares “indeseados”.
En este punto, cabe preguntarse: ¿qué males derivan de la soledad? Enumero algunos de ellos asociados con la salud:
- La soledad genera dolor físico y desencadena reacciones cerebrales en las mismas regiones que se activan con el dolor corporal: el alma duele. El contacto social reduce el dolor físico, en sentido contrario.
- Se asocia con la muerte prematura: heridas del alma, llagas mortales.
- Se asocia con falta de autoestima, angustia, ansiedad y depresión (no hay que confundirlo con la nostalgia puntual).
- Está demostrado que la soledad coadyuva en las probabilidades de morir por infarto, sufrir accidentes cardio y cerebrovasculares (ictus).
- La soledad hace que nos abandonan las defensas y se debilite el sistema inmunológico.
- Las personas que se sienten solas (no sienten importantes, cuidadas, ni conectadas) padecen más inflamaciones de todo tipo (menos de la autoestima), más diabetes y alteraciones del sistema endocrino, artritis y alzheimer.
- Se asocia con la adquisición de hábitos perniciosos. Los más comunes: el alcoholismo (que puede ser causa-consecuencia, y ambas), y trastornos alimentarios (que coadyuvan y contribuyen negativamente en todo lo demás).
- La soledad y el estrés laboral, juntas, son un veneno: se amplifican mutuamente y abren el camino para las urgencias hospitalarias. Sin embargo, los que están laboralmente más ocupados tienden a sentir menos la soledad que los que no tienen ocupación o están poco ocupados laboralmente. Trabajar y estar ocupados nos distrae de la soledad.
- Primero viene la soledad y el aislamiento, luego el deterioro cognitivo y la demencia y/o la dependencia. Las personas solas siguen peor los tratamientos médicos, cae en picado su “adherencia” a los tratamientos farmacológicos.
Los costes de la soledad
“Los costes económicos de la soledad son los más difíciles de medir. Los sanitarios, uno de los principales”
Consecuencia de todo lo anterior, resulta evidente que los costes de la soledad son altos, muy altos. Y casi nunca tangibles, siempre difíciles de aprehender. Se pueden diferenciar en:
- Costes personales: son la infelicidad y la enfermedad, como hemos visto. Costes intangibles.
- Costes sociales: son los riesgos de que la soledad fabrique sociópatas que pueden acabar delinquiendo o expresando su rabia. El afecto no recibido se convierte en ira contra todo y todos. Lobos solitarios cuyos delirios, cuerdos casi nunca, pueden hacer daño a los demás.
- Costes económicos: los más difíciles de medir. Hoy sabemos que es necesario contextualizar socialmente la enfermedad de los pacientes del sistema sanitario. Si progresamos en esta vía, pronto podremos calcular con más detalle los costes sanitarios provocados por la soledad, que hay que medir con datos no basados en encuesta, sino en toda la población usuaria de los sistemas de salud, si queremos precisión.
Oportunidades de las compañías para reducir los costes de la soledad
Está claro que la soledad consume gran cantidad de recursos públicos: el gobierno británico ha cuantificado en 32.000 millones de libras los costes sanitarios de la soledad, a los que hay que añadir otros costes de instituciones.
En este punto, cabe destacar las oportunidades que tienen las organizaciones para aminorar esos costes. Especialmente, las del sector tecnológico, del sector sanitario y del financiero.
- Oportunidades del sector tecnológico: la tecnología acompaña, fomenta las comunicaciones y la interacción, además de aportar información y solventar problemas relacionados con patologías sanitarias. En este sentido, las soluciones basadas en la Inteligencia Artificial (IA) y los robots tienen grandes proyecciones.
- Oportunidades del sector sanitario: la creación de nuevos productos, el diseño de proyectos innovadores y de servicios relacionados con el acompañamiento, el entretenimiento, la animación sociocultural y la asistencia a domicilio son fundamentales para reducir los costes sanitarios derivados de la soledad.
- Oportunidades del sector financiero: la banca tiene la oportunidad de desarrollar productos financieros destinados a un público en situación de soledad, generalmente con recursos escasos pero con necesidades de aspirar a un incremento de su vida social.
Cálculo de los costes de la soledad
No obstante, para hacer un cálculo preciso de los costes de la soledad tendríamos que:
- Aislar y medir; es decir, calcular el coste, por ejemplo, en el sistema sanitario de las dolencias mencionadas.
- Ver el impacto diferencial que tiene en las personas solas y ver la causalidad estadística que tiene la soledad en las mismas, aspecto sumamente difícil.
- Según datos de 2015, y centrándonos en los trastornos mentales que se pueden asociar a la soledad, hubo (en España) un coste económico de 46.000 millones de euros, asociables en modo incierto a la soledad y subsiguiente depresión (supusieron un coste de 798.000 millones de euros en toda Europa, de los que se estima que el 37% fueron costes directos sanitarios, un 23% costes indirectos de cuidado y atención no hospitalaria o sanitaria, y el resto, un 40%, asociado a costes indirectos de productividad laboral, discapacidades y pensiones, etc).
- Considerar los cuidados informales necesarios, al margen de la sanidad pública.
Resulta evidente, pues, que los trastornos asociados directa o indirectamente a la soledad generan costes tangibles superiores a dolencias como la esclerosis múltiple, la epilepsia o el cáncer cerebral.
En definitiva, la soledad es cara y poco poética, a pesar de que en la actualidad aún sea de difícil medida y objetivación.