Cuando en el año 1999 un grupo de ejecutivos londinenses de Citi nos solicitó concluir una reunión que se celebraba en Madrid con un Día de Voluntariado que apoyase una necesidad social de nuestra ciudad, muchos de los que estábamos sentamos en Madrid nos miramos con cierto asombro.
La fecha en la que ocurría esta anécdota, y la cotidianidad con la que estos ejecutivos incorporaron el voluntariado a sus agendas profesionales, marcan, a mi juicio, la principal característica de cómo se entiende la Responsabilidad Social Corporativa en el mundo anglosajón.
“La RSC forma parte de los valores de la empresa”
En compañías americanas como Citi, el debate sobre si la Responsabilidad Corporativa debe formar parte de los valores de la empresa quedó zanjado hace más de una década con un solemne ‘sí’ y ésta se enmarca habitualmente como una de las responsabilidades del director o directora de Comunicación.
Si bien el modelo anglosajón de RSC y el de compañías con matriz española encuentran múltiples puntos de confluencia, en mi reflexión, y llevándolo al terreno particular de la RSC en Citi, por ende anglosajón, destacaría que ésta se caracteriza por una mayor orientación hacia el cambio positivo que las actuaciones provocan y logran en sus destinatarios finales, consolidando una responsabilidad ante la sociedad frente a otros grupos como pudieran ser stakeholders, clientes y empleados.
Y bajo esta premisa, en Citi los responsables de RSC dedicamos más tiempo y recursos a demostrar el impacto social conseguido con nuestras actuaciones responsables que los beneficios empresariales de estas mismas o el retorno de la inversión en intangibles (sin menosprecio de estos menesteres que contribuyen a profesionalizar nuestra RSC).
“Mediante nuestra RSC pretendemos ayudar a los menos favorecidos”
En consonancia con el papel que juegan las multinacionales líderes en las sociedades, el pilar de la RSC de Citi se fortalece con el compromiso de contribuir a solucionar los problemas de los entornos menos favorecidos y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de las áreas en las que trabajamos.
De esta manera, cada una de las actuaciones de servicio directo que abordamos en Citi, ya sea en España, Singapur o Estados Unidos, se analizan previamente en respuesta a preguntas que, si bien a primera vista resultan básicas, cobran complejidad al abordarlas.
• ¿Cuál será el resultado de este programa y como sabremos si lo hemos alcanzado? El resultado no es el servicio o el programa en sí mismo, el resultado es, como decía, el cambio positivo en los receptores del programa.
• ¿Cuán factible es alcanzar los resultados? Basándonos en experiencias pasadas del programa o del grupo de beneficiarios, del liderazgo personal de las personas claves, de la validez de la estrategia y de la capacidad de la organización.
• ¿Contamos con el compromiso de las personas clave? ¿Los pasos críticos identificados son indicativos de éxito?
En nuestras actuaciones de educación financiera a jóvenes, un ejemplo de esas cuestiones son las siguientes: ¿Cuántos de los jóvenes que sigan el curso pondrán en práctica las capacidades adquiridas para redefinir sus objetivos financieros y gestionar el dinero de forma responsable? ¿Cuántos serán capaces de planificarse con un presupuesto y ser conscientes de la importancia del ahorro? ¿Qué mejora supondrá estos cambio de actitud en su vida?
“Nuestra RSC crea una estrecha relación de esfuerzo común entre compañía, ONG y beneficiario final”
Algunas de estas preguntas son difíciles de contestar con rigor, pero su consideración implica profundizar y desarrollar programas al servicio del beneficiario final. Estas preguntas perfilan una RSC muy específica: aquella de trabajo continuo que crea una estrecha relación de esfuerzo común entre compañía, ONG y beneficiario final; proyectos que generan un impacto de largo plazo en la sociedad y aportan oportunidades de desarrollo e innovación, proyectos que intentamos abordar en Citi.